Cigarruista usa sobre todo LinkedIn. Tiene más de 500 contactos: «Soy muy activo», dice. LinkedIn explica que la red «detecta y previene la promoción de nombres falsos, malsonantes o denigrantes». Para ello usan «además de algoritmos, un equipo editorial humano y la propia comunidad». Ninguno, parece, ha alertado sobre Hitler. O no lo ven como un nombre fuera de lugar.
“Lastimosamente Facebook no me permite usar mi nombre. Nunca he tratado de averiguar si debo hacer una gestión para solventarlo”
Twitter es igual de ambiguo. Su cuenta es @hcigarruista, pero su nombre aparece escrito entero. Portavoces de la red solo remiten a sus normas comunitarias, que advierten que en «cuenta, nombre o bio» no se puede «expresar odio hacia una persona, grupo o categoría protegida». Sea como sea, ahí sigue su nombre bien visible.
Facebook es más restrictivo. Según sus normas, en el nombre no se permiten «palabras ofensivas o sugerentes de cualquier tipo». Hitler parece ser una de ellas, porque Cigarruista no pudo darse de alta: «Lastimosamente Facebook no me permite usar Hitler. Nunca he tratado de averiguar si debo hacer una gestión para solventarlo. Acepté la circunstancia y empecé a usar el nombre de mi hijo: Carlos».
Esta decisión tuvo consecuencias en la vida de Cigarruista: «Es muy chistoso porque periodistas que me conocen de toda la vida me molestan y me dicen ‘hola Carlos’. Se burlan porque no puedo usar mi nombre en Facebook», explica. Es un ejemplo diminuto de cómo políticas sensatas pueden tener efectos insospechados: Hitler Cigarruista es objeto de burla.
En el colegio de su hijo también le llaman Carlos. En Panamá es habitual que el hijo mayor lleve el nombre de su padre. Cigarruista, habituado a dar explicaciones sobre su nombre, ha preferido no hacerlo en el colegio.
En Alemania, dice, no le preguntan mucho. Solo confirman una y otra vez que su nombre sea ese: «La primera vez que volé a Alemania entregué el pasaporte y la muchacha que estaba en la aduana no lo podía creer», explica. «Llamó a varios de sus compañeros. Me preguntaban si de verdad era mi nombre entre risas y sorpresa. Pero nada más, me sellaron y entré. Iba con una chica a la que hicieron muchas más preguntas que a mí sobre el viaje», añade.
En el aula flotaba una rara sensación cuando alguien preguntaba “¿quieres agua, Hitler?”
Hitler tampoco ha podido crear una cuenta de Gmail con su nombre. En sus políticas Gmail no advierte con claridad sobre el uso de palabras denigrantes o insultos al crear un email. La compañía apenas lo aclara: «Nuestras políticas de Gmail tienen un papel importante en el mantenimiento de una experiencia positiva para todos los que usan nuestros servicios y podemos tomar medidas sobre aquellas cuentas que violan algunas de ellas», dice una portavoz.
Cigarruista sí ha tenido problemas directos al hablar con una empleada de Google, que tiene una cuenta «@google.com». Muchas compañías tienen filtros en los correos (los mensajes de la cuenta del trabajo no son privados para la empresa). Google no ha revelado sus filtros, pero al menos la palabra «Hitler» debe estar. «Una vez me invitaron a un evento sobre publicidad en una oficina latinoamericana. Cuando llegué, la jefa de comunicación me explicó que tenía un problema con mi nombre: ‘Cuando escribo tu nombre en el correo y te lo envío, me rebota. No es porque no exista tu dirección sino porque no puede usarse la palabra y me dice que te estoy haciendo bullying'», dice Cigarruista. La empleada de Google debió demostrar con los artículos de El Capital Financiero, el medio que dirige Cigarruista, que era una persona real.
El bautizo de José Hitler
Hitler se bautizó a los 8 años. «Me acuerdo de todo», dice. El cura le dijo a su padre que nada de Hitler. El padre se resignó y optó por «José Hitler». «En mi acta de bautismo dice ‘José Hitler Cigarruista'», explica. «Pero ese no es mi nombre legal, que es solo Hitler. Mi papá no me dio opción, no tengo un segundo nombre», aclara.
EL PAÍS habló con Hitler en un seminario de la Fundación Gabo en Medellín (Colombia). Los asistentes se conocieron al llegar a la reunión. El único que recibía siempre preguntas o alusiones con su nombre era Hitler. En el aula flotaba una rara sensación cuando alguien preguntaba «¿quieres agua, Hitler?», «dime, Hitler» o «no estoy de acuerdo con Hitler». Es difícil imaginar un mejor ejemplo de la profundidad que tiene pronunciar algunas palabras. En países anglosajones, donde a menudo saludan con «Hi!», los encuentros con Hitler pueden ser explosivos.
Cigarruista está acostumbrado a todos las desventajas de su nombre. «Con un nombre que tiene una carga política, ideológica y humana tan fuerte, ves de todo: gente que te mira como si lo hubieras elegido tú, o piensan que tu padre es un fascista», explica. De algún modo pudo ocurrir en Panamá que en los sesenta el aura alemana llevara a un señor a valorar ese nombre para su hijo: «Quizá en zonas de América Latina, y le pudo pasar a mi papá, por ignorancia de las cosas, por simpatía se ve a los alemanes como muy organizados, pero yo le he dicho que se equivocó al ponerme el nombre porque no tenía idea de la monstruosidad que fue el fascismo», explica.
Los hermanos de Hitler se llaman Siria Araí y Andrés Avelino. «Si hubiera sido por ideología, hubiera buscado otro nombre alemán para ellos», dice. Aunque la madre ya lo vio claro en la época, sobre todo cuando nació el segundo niño: «Mi madre, que es muy sencilla pero firme, dijo a mi papá que si ponía a mi hermano un nombre raro, le rompía el documento de inscripción y le inscribía con otro nombre y su apellido», dice Cigarruista. Su apellido es de origen vasco. Con unos primos tienen un grupo en Facebook donde aparece su escudo de armas y un texto que lleva el apellido a Deva (Guipúzcoa).
Pero ese nombre tiene extrañamente una ventaja: «Nadie se olvida de mi nombre. Hay gente que me conoce en un acto y 20 años después me ve y me dice ‘eh, Hitler’. Eso no pasa con un Pedro», dice.
Fuente: https://elpais.com/tecnologia/2020/02/14/actualidad/1581695530_280241.html